jueves, 17 de junio de 2010

La Propuesta

Esta noche, es una noche antes de un gran paso, esta noche me han ayudado ha descubrir lo que realmente quiero, lo que amor, lo que quiero hacer y con quien quiero estar y compartir mi vida.

Durante un tiempo lo dude, durante un tiempo sentí miedo y me acobarde ante la idea de tomar este paso, tenía un millón de pretextos y un montón de sin razones para no hacerlo; la vida me enseño tanto en esto seis meses, esa vida que podrías ser peligrosa y compleja, pero, en verdad nosotros la complicamos más.

Quién no sabe ya las cosas y no las hace, quien sabe lo que quiere y no va por él; ¿cobardía?, ¿decisión?, ¿fuerza?, ¿voluntad?, ¿tiempo?, ¿nervios?, ¿todos estos? Si y más, muchos más.

Un día te da cuenta de que eso, eso que sentías, eso que querías siempre ha estado allí, frente a ti, junto, lo has tocado, aun así no sabias de él, no te dabas cuenta, te hacías tonto en lo que pretendías en sí. Uno, cuando hace las cosas ya sabe dónde quiere llegar, que quiere hacer, que quiere vivir: esas son las expectativas. La vida te lleva a otros lados: en ocasiones muy opuestos; en otros muy cercanos a lo que pensaste; poco, otros poco quizás supere esto, aunque en verdad la vida: siempre hace lo mejor.

Ahora estoy aquí, escribiendo esto, muriendo de nervios por mi decisión, es la correcta porque lo siento, la siento, porque lo sé, la sé, porque es lo que he querido desde hace tanto tiempo. Lo había disfrazado de muchas cosas, me habían invadido todas esa razones/pretextos que antes comente. Todas y cada una de ella, hoy solo queda en nervio, ese nervio que te hace duda, no, no se preocupen, de la decisión no, si no de si dormirás o ¿no?, si sobrevivirás hasta esa hora en que todo, absolutamente todo se detiene, donde todo desaparece, donde tu percepción del universo se nulifica y sólo estas allí: parado, frente a esa persona, sin pensar, todo lo que hay en ti es sentir, sentir cada palabra, cada latido, cada respiración, sentir como todo y nada recorre tu cuerpo, te erizas, tiemblas, tartamudeas, sudas, suspiras, te aceleras y sientes que vas a morir; y no.

Vas a vivir, te das cuenta que ese día, que a partir de ese día vas a vivir, vas a volver a nacer, todo lo que había planeado reinicia allí, en ese punto. En qué lugar, qué palabras, qué gente, qué música, que importa, si nada de eso interviene en esto, si nada de eso tiene la mínima parte de lo que pasa en tu interior. Cuando por fin te decides, dices todo, terminas con esa pregunta que lleva en ti atorado desde hace tanto, esa pregunta que no sabias como hacer, esa pregunta que la ves en el viento, ves cada letra, cada palabra, la frase y sus signos llegar, a sus oídos, entrar y después esperas.

Cosas que pasan en segundos para ti son hora, días, casi los días que tuviste esa pregunta entre los labios, la masticabas y la tragabas, para que siempre volviera a salir. Esa respuesta, ese algo que te digo un no sabes que, se puede resumir en más de un millar de acciones e inacciones. Por más que te concentre no veras más que a tu amor, no veras más que a esa mujer, esa con la que quieres coexistir para siempre, para forjar nuevos recorrido, plantar cosas, cosechar, sembrar, hacer veredas, senderos, glorias, vidas, para ver la vida y sus peligros, para tenerlos entre las manos, los brazos, los labios, los ojos, las piernas, los dedos, los pies, entre los sentimientos. Para ver la libertad, para conocer lo insospechado, para disfrutar lo inimaginable, para también: sufrir, sudar, adquirir paciencia, sabiduría, razón, respeto y en el peor caso enojo, aprendes a calmar todo con un beso.

En fin, uno sólo espera, te fijas en sus ojos y ves como esas pupilas se inundan, se llenan de agua salada que escurre por sus mejillas, quisieras para su recorrido, pero, las dejas caer; dejas caer gota a gota: una se precipitan hasta el suelo; otros sucumben en su pecho; las más pequeñas sólo deja su húmedo camino en la piel y de esa lagrimas una pocas hidratan sus labios, tú te das cuenta cuales, cuantas; porque no has perdido de vista su boca esperando que articule una palabra, únicamente una, de entre millones de palabras que existen en miles de idiomas, lenguas y dialectos, tú sólo esperas una palabra.

Quizás su boca se abra y moje sus labios, seco por los nervios, esos nervios que iban como un relámpago en la pregunta a impactarse directamente en ella y hacen sus efectos rápido. O quizás recoja con su lengua una lagrima intentado obtener un poco de agua para lubricar su garganta, miras como pasa esa lagrima con el efecto de las glándulas salivales y los nervios; ves que allí, en la tráquea, esta atorada esa respuesta y como no decir que te gustaría poder apresurar esto, pero, no te has dado cuenta que no va ni un segundo del tiempo real. Tienen razón, en esto la realidad es nada.

Tú cara hace, más bien, pide a gritos la respuesta, quizás comience a desvanecer tu mirada por la cantidad de llanto en tu retina que obstruye la reflexión; quizás tu dientes se cuarten por el titiriteo de tus mandíbulas; o creas que te da un ataque por la manera incontrolada y revolucionada de tus contracciones musculares. Sientas que las rodillas se flexionan solas, que dejara un charco con el sudor de tus manos, o que desmayes y si, también quizás todo esto sea otro segundo en tiempo real.

Y cuando por fin, cuando al fin las ondas emitidas por su boca, irrumpen la tranquilidad de la atmosfera y entran por tu oreja, pasan por el tímpano, llegan al laberinto, se procesa, se manda la señal al lóbulo correspondiente de tu cerebro y este capta, analiza, comprende y reacciona; en ese momento después de todo ese largo proceso, tú en lo general y cada particularidad estas…  esperando como yo, saber su respuesta.

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